Etiquetas

José Luis Thomas comenta El hilo del engaño

 El atractivo de la síntesis está en lograr la sutileza de lo efímero. Y es en este cruce donde la habilidad del escritor muestra sus facetas y la versatilidad para esgrimir con palabras ideas punzantes, disfrazadas de puerilidad.

Los temas pueden ser todos, los mismos o parecidos; los personajes salir de la realidad o de la fantasía y hasta intercambiarlos de manera impúdica con cierto desopilante final, pero lo que no puede faltar es la visión crítica que trama, esa especie de aguja invisible, que no es tal, puesto que el escritor es de carne y hueso, pero que, sin embargo, como un iceberg, la mayor parte está oculta y por lo que aflora se pueden vislumbrar las extensiones escondidas, en ocasiones reflejos en la transparencia.

Raúl Tamargo, narra con apariencia de inocente cuentero de café –no me atrevo a decir de fogón, porque la oscuridad circundante puede hacer que alguno de sus personajes se aparezca de pronto escapado de sus historias y nos avance sin piedad, amparado en las sombras- porque hasta cierto punto él pareciera que es piadoso, pero a medida que leemos y entramos en el desfiladero de sus palabras, sentimos la ironía, la crítica aciaga y todo lo que, tal vez, fuera de la pluma no se atrevería a cuestionar.

Inspirado en lo cercano, inmediato y en lo histórico, como en fábulas y leyendas, sus personajes  merodean al lector y lo ponen en jaque; no mate, más bien le dan una patadita que puede arrancar sonrisas o frunces de entrecejo, pero nunca lo dejan indiferente.

A medida que se lee se siente la sensación de que es un largo cuento –algo paradójico, puesto que son relatos breves- no por los temas, sino por el estilo suelto y claro, trabajado con una técnica desprovista de ripio.

Es interesante el punto de vista animal-humano y viceversa, creando una metamorfosis metafísica y una visión que amplía el espectro de la cotidianidad.

En suma, El hilo del engaño se lee con complacencia dinámica, es decir, motiva un placer literario que no abunda.

 

José Luis Thomas

Presentación de Vivero al fondo / Entre junio y agosto, en Alta Gracia, el 4 de junio de 2022

 










Texto escrito y leído por Claudia Tejeda

Ciertos tangos crecen algarrobos, árboles de atar los caballos invisibles que nos llevan con una palabra a la infancia. 
En Vivero al fondo, el poeta se instala frente al paisaje como observador desposeído o propietario ferviente.
Consciente de su perímetro arrancado -planos contra planes de la naturaleza- su escritura es un bosquecito que recupera la vida de los sitios. Conquistador conquistado, la ecología es parte de su lenguaje mesurado y de su devoción por ciertos atardeceres que componen una obra de arte y merecen un aplauso de pie.
Como dice el poeta: «sentarse a ver atardecer / cuando habría que ponerse de pie / y aplaudir // aplaudir / hasta que se apaguen las luces».
En las elipsis que proponen los poemas de Raúl hay conversaciones infinitas. Turista de los asombros, el lector atraviesa la promesa de una sombra con garantía de precipicio.
Cito de la página 27: «mientras te riego / no pienso que ayudo a la vitalidad de tu salud / pienso que apuro el paso de tu compañía».
He disfrutado de este vértigo solapado. Hay zarpazos que aguardan en la página y nos transforman. Y ya no se puede mirar un algarrobo con los ojos de antes.
El segundo libro es la primera voz donde los recuerdos regresan liberados de malos entendidos en un tiempo de desempate. Y la memoria física del padre vuelve a su bigote, a sus huesos, pero también a la universalidad donde es posible conciliar las ausencias.
«si canto un tango / es tu voz la que canta»
Raúl Tamargo conoce el oficio de pulsar el botón adecuado, para que la poesía nos devuelva el aliento o nos deje sin oxígeno.
Sabe bien cómo dosificar el estallido y besarnos la frente con un verso.
Poesía para agradecer.

Claudia Tejeda


Licha, de la biblioteca La Urdimbre, lee Silencio, de Vivero al fondo



Biografía

Raúl Tamargo nació en Buenos Aires en 1958.
Entre muchas ocupaciones, las de escritor, librero, bibliotecario y editor son las que lo han hecho más feliz.
Ha publicado Los otros cómo juegan (poesía), Ediciones A capela, 1995 ; Por la ventana de Sol (novela infantil), Libresa, 2001 ; El hilo del engaño (cuentos breves), Alción, 2014 ; Más que nada (novela), Alción, 2017.
Desde 2019 lleva adelante el proyecto editorial de libros digitales A capela. En ese marco ha publicado también la novela Lo que el cuerpo vale, ha reeditado el poemario Los otros cómo juegan (de descarga gratuita) y ha compilado la antología de poesía indígena contemporánea de Abya Yala De la tierra floreciente.
Algunos de sus relatos fueron publicados en antologías, en la revista peruana Plesiosaurio y en el sitio Escritores del mundo. Ha colaborado con la revista Imaginaria, especializada en literatura infantil.

3 de la antología Pedazos de un juego (1987)

ELLOS estaba antes
primera persona
edificando todo tipo de prisiones
jaulas de pajaritos joyas huertas

YO fue después
ebrio hediondo hipocondríaco
mendigo en las iglesias hizo
su propia cruz fue
a carpintero y a dios
escribió un sí y un no en cada palo

El mundo entonces era 
brumas o caos

La tercera persona fue nosotros y vos
puenteilusión maniagua
el ropaje la lengua la cornisa
del amor
USTEDES y ÉL fueron
arena materia de los sueños fugaces
ni primera ni última ni segunda
persona arenaviento
viento



Como un pulóver olvidado
diste vuelta la casa
prestidigitadora
chantuna de trenes y barajas
y nos dejaste afuera
al frío y a la lluvia
como a yuyos


Llevo una mujer en la nuca
abrigada de lana camina en una plaza
un abrigo de lana le camina la plaza a la mujer
la plaza me camina los ojos la mujer
camina por mi nuca las partes de su cuerpo
Primero unas cosquillas de trompas esperando
más adelante sútero faliópame
siempre en la nuca una
placenta infiltra suero de mover
hijos padres abuelos puntos de vista
Una mujer
camina por la plaza de mi nuca abrigada
de lana su himen roto
su vagina como perla en la playa
su seno de mamar
su seno de besar una mujer
ya no camina está
sentada en una plaza de mi nuca parece
decidida a quedarse




La amo
cuando árbol solitario
o animal silvestre
cuando fuera de mí
descubre un yuyo entre los yuyos
y lo salva de ser nada

Eso

para Nahuel y Mailén

eso que siempre está
a lo largo de los fuegos encendidos y extinguidos
eso
que arde a baja intensidad
y resulta interferido por todas las frecuencias
eso completamente inútil
que no ayuda a llegar a fin de mes
a renovar la heladera
a acumular prestigio
eso
que al quererlo nombrar
se desvanece como si fuese propiedad del sueño
eso que muy a las perdidas
muestra un reflejo en los demás
y se hace propio
mío
mío
gritamos cuando ocurre el milagro
yo estaba ahí
aunque no lo sabía
yo puse esa semilla en tierra
yo me pasé la vida evitando el delivery
y asegurando que el progreso era un chasco
que los duraznos ya no saben a fruta
que no y que no y que no
contra todas las ofertas del mercado

(el abuelo vigilaba el fogón a la mañana
militaba por la continuidad del fuego
donde para nosotros no había más que cenizas frías
le regalamos a la abuela un lavarropas
pero ella siguió con jabón blanco y sabañones en las manos)

eso
que se quedó en el paladar o en la nariz
puede que una conducta
un pensamiento inconfesable
eso minúsculo
que perdura contra nosotros mismos
contra el sentido común
que se detiene en un recodo a esperar
hasta que el río se sosiegue
esa prenda de vestir que no tiramos
aunque ya no podamos usarla
eso
untado con los mejores sueños
cuando las pesadillas respetaban a rajatabla la vigilia
eso
como algarrobo en arenal
certidumbre del cuerpo
pequeño único intangible tesoro
que dejamos en herencia

Los errores de Papá Noel

     El caso es bien conocido porque fue publicado en todos los diarios. Sin embargo, por desconocimiento o por cuidado, la noticia que divulgaron no estuvo completa. 
     Un niño recibe un disfraz de Superman: la capa, la remera, el taparrabos, calzas y botas. Feliz, ansioso, se viste rápidamente y sale al balcón mientras el resto de la familia sigue abriendo paquetes junto al árbol navideño.
     En el edificio de enfrente, otro niño recibe una porción de kryptonita. Como desconoce su utilidad, se siente ofendido por Papá Noel y arroja por la ventana la pequeña roca, con tanta puntería que va a estrellarse contra el cuerpo del primer niño, justo cuando comenzaba a disfrutar del vuelo.


(publicado en la revista Plesiosaurio N°9, v.2, mar.2017)

Una mirada

   Mi padre construyó un banquito de madera para que yo me trepara hasta alcanzar la mirilla. A través de ella se veía una módica porción del mundo: un palier en el que los vecinos cambiaban saludos o se pedían un poco de azúcar. Mínimos sucesos que yo conocía también del otro lado, digamos así, como testigo descubierto, cuando atravesaba el palier amarrado a la mano de mi madre. 
     Pronto comprendí (mi cuerpo comprendió, como comprende un niño) que aun tratándose de los mismos hechos, yo no era el mismo según estuviera de uno u otro lado. 
     Ya entonces, la calle no era un lugar donde los chicos pudieran estar solos, pero todavía no había televisores frente a los cuales sentarlos. El día tenía muchas horas. Por eso mi padre se improvisó carpintero. Tal vez solo por eso. Tal vez porque comprendía (con el cuerpo, como comprende un padre) que su hijo, además de un mundo, necesitaba una mirada.


(publicado en la revista Plesiosaurio N°9, v.2, mar.2017)

David

   Mucho antes de ser rey, David sufría el mal de los sueños, que a veces es un mal y otras veces es un bien. Soñó que se convertía en el líder de un grupo de personas que tenían las mismas creencias y costumbres. Soñó que peleaba contra un gigante de tres metros de altura, a quien derribaba de un piedrazo. Soñó que el gigante caía muerto. Soñó que él, que era apenas un niño, le cortaba la cabeza y con ese acto, el pueblo de los gigantes se sometía al suyo.
   Tal vez como una forma de compensación a tanta crueldad, una noche, los sueños le mostraron al pequeño David una figura construida en mármol blanco. Aunque el soñador sabía muy bien que no se trataba de un cuerpo animado, tuvo deseos de tocar esa piel brillante y lisa, pulida como la joya más fina. Había en aquel hombre un alma que no era humana ni divina; así de extraños son los sueños.
   Reconoció su propio cuerpo en el cuerpo de esa piedra, pero como sabía que no era él, que no podía ser él, lo llamó con otro nombre: Miguel Ángel.

(publicado en la revista Plesiosaurio N°10, v.2, dic.2017)

El debut

   Puso la máxima atención en las instrucciones de su padre.      Enganchó la boya en la línea; con mucha delicadeza, atravesó la carnada dos veces con el anzuelo; comprobó que todo el dispositivo estuviera asegurado. Luego, ambos se dedicaron a esperar, con la mirada en alto, como dejándose abrazar por los rayos del sol.
   Con suerte de principiante, pocos minutos después, el pequeño sintió que algo muy fuerte tironeaba de la punta. Un hombre de unos sesenta y cinco kilos daba pelea al otro extremo de la tanza.    Todos tuvieron que acudir en ayuda del debutante. Finalmente, el hombre se rindió, y el cardumen tuvo su banquete en el fondo del río.

(publicado en la revista Plesiosaurio N°10, v.2, dic.2017)

Los otros cómo juegan

Los textos de este libro fueron escritos entre 1990 y 1995. Es el único libro de poemas que publiqué. Tal vez, con el tiempo, siga conservando esa condición. Se tiraron menos de 200 ejemplares. A mediados de 2010, alguien encontró un ejemplar en una librería cordobesa, lo leyó y declara haberle gustado. El episodio me hizo pensar que tal vez “Los otros cómo juegan” no haya cumplido con todo su recorrido. Es por eso que ahora lo publico por este medio, más económico, más azaroso, aunque mucho menos útil a los requerimientos del ego.


Más que nada. Presentación Alta Gracia

En la Biblioteca Popular Sarmiento, en Alta Gracia
agosto 2017

con Juan Maldonado, de la editorial Alción

con Patricia Caldo





Más que nada. Presentación BNMM


En la Biblioteca Nacional. 
Junio de 2017

Con el amigo Martín Sancia




Sobre perros

Famosa Laika

1.
   Su aullido persistente alertó al buscador de astronautas. La encontró en un callejón perdido, en cuyo extremo la luna llena se ofrecía más a los viajeros que a los enamorados. Hasta que no estuvo oscuro, Laika no se dejó atrapar. Luego, se entregó a las promesas del hombre. Por primera vez estuvo en brazos de un ser humano; por primera vez, recibió una caricia.
    En el laboratorio del Programa Espacial Soviético le dijeron que viajaría a la luna. De haber sabido que los hombres eran capaces de mentir, habría igualmente aceptado, tal era su pasión por aquel medallón de luz blanca. Y aunque se trataba de hombres de ciencia, que medían, comparaban y evaluaban, libres de todo sentimiento, fue la pasión de Laika la que los decidió. Otros dos perros entrenaron tan duramente como ella, pero fueron devueltos a la calle y al olvido.

2.
   El Sputnik 2 fue lanzado al espacio el 3 de noviembre de 1957. Laika no regresó. Varias versiones circularon sobre su final. El gobierno soviético aceptó su muerte 6 días después del lanzamiento. El oxígeno disponible en la cabina estaba a punto de agotarse; practicaron eutanasia a control remoto. Desde luego, nadie, en Occidente, creyó la versión oficial. En plena guerra fría, los rusos eran los seres más despiadados del planeta. Hacia el 2002, habían mejorado su imagen. Tal vez por eso dejaron saber que la perra astronauta murió pocas horas después del lanzamiento, como producto de un recalentamiento general del cubículo donde viajaba.
   Yo prefiero imaginar que todavía está orbitando la tierra. Puede que se trate de una visión ingenua, pero en absoluto edulcorada. Laika fue víctima de engaño. El destino de la nave no era la luna. Laika fue enviada a una Siberia espacial. Se sabía que el Sputnik orbitaría en un punto opuesto al de la luna, de modo que jamás, Kudryavka volvería a ver ese misterioso círculo de plata.


3.
   Kudryavka fue su verdadero nombre. Quienes saben ruso dicen que se podría traducir como “pequeña de pelo rizado”. Un nombre particular, quizás no único, pero sí mucho menos genérico que aquel con el que se hizo famosa y que designa una variedad de razas de perros siberianos. La elección de un segundo nombre pudo haber tenido razones diversas. Los rusos son afectos a los sobrenombres; así conocimos a Stalin, de quien no recordaríamos su nombre si tuviéramos que llamarlo Iósif Vissariónovich. El régimen soviético tendió a debilitar la importancia del individuo confundiendo lo colectivo con lo uniforme. Cualquiera fuera la razón del cambio, opino que resultó un acierto, porque hacia fines de los años cincuenta y principios de los sesenta, millones de mascotas en el mundo fueron llamadas Laika, un nombre cuyas dos sílabas pueden ser pronunciadas por hablantes de cualquier idioma.

4.
   La Rusia postsoviética quiso agregar a aquel homenaje espontáneo y universal, uno propio. Apeló, paradójicamente, a su memoria estalinista. En 2008 erigió, en el centro de Moscú, un monumento de bronce, de altura considerable. Se trató de una nave espacial que en la mitad de su desarrollo se convertía en cinco dedos apretados entre sí, rígidos y sin ninguna mano de referencia. Sobre la base de la nave, una pequeña escultura de Laika, casi perdida entre la horrorosa inmensidad del soporte. El animal representado era el único elemento que transmitía sensaciones vitales. Parecía estar a punto de escaparse, como si quisiera volver al callejón donde ladraba a la luna.




Íntima Laika

   Conocí una Laika con mejor destino. Dos cosas la hicieron memorable. La primera es de orden íntimo: fue la única mascota familiar de mi infancia. Esta Laika era negra, de pelo largo, tamaño mediano y una ternura infinita, tal vez producto de la gratitud; mis tíos la rescataron de una muerte segura en el bajo Belgrano. La recordaré siempre porque me enseñó lo que un perro puede significar para un niño. En el barrio, tal vez todavía haya quien la recuerde, pero por otras razones.
   Excursionistas jugaba un partido decisivo para mantener la categoría. El estadio estaría lleno y nosotros no podíamos faltar. Entró toda la familia junta, pero enseguida los adultos se acomodaron en los tablones y se olvidaron de los chicos. El partido comenzó y en la misma medida que el público levantaba temperatura, nosotros perdíamos atención. Bajamos a la explanada que corría al lado del alambrado y soltamos a Laika. Le tirábamos una rama que ella nos devolvía disciplinadamente. En algún momento, el pedazo de madera pasó el alambrado y entró en el campo de juego. El animal encontró pronto la manera de entrar y recuperar la pieza perdida, pero no supo desandar el camino y comenzó a correr en medio de los jugadores. El partido estuvo detenido varios minutos. Todos corrían detrás de Laika, como si fuera la pelota. Terminado el episodio, esperábamos una reprimenda, pero recibimos un premio inmerecido. Nuestro equipo pasaba un mal momento y la interrupción del partido le dio el respiro necesario para reorganizar sus líneas y finalmente ganar. Todos creyeron que lo habíamos hecho adrede. Nos ganamos la simpatía de la hinchada. A partir de entonces, se pudo ver en las tribunas una extraña bandera verde y blanca con la figura de una perra negra en su centro.

(publicado en Escritores del Mundo, mar.2017)

Poesía infantil argentina (2000-2012). Bibliografía

El siguiente documento fue realizado como trabajo práctico en la carrera de Bibliotecología, de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, en 2013.





El hilo del engaño. Presentación

En la Biblioteca Nacional

25 de abril de 2014


con Claudia López Swinyard y Martín Gardela




Jimena Roig y Nahuel Tamargo

Tan atrás

mirábamos el confín de la chacra
contra el alambre
una única vaca
paralizada
puro perfil
la cabeza hacia nosotros
sus grandes ojos de vaca
grande hacia nosotros
entonces fue cuando me preguntó
si sabía por qué
esos animales quedaron tan atrás
“tantas vueltas atrás”
me dijo
“porque confunden lo que comen
con lo que han comido”

Turistas

entre Amaicha y Tiupunco
un hombre del país
y un vehículo inglés
salvando las distancias
al llegar
alguien en mula
brotará de la arena
y en tucumano
relatará historias de aparecidos
avanzará con el grupo
como el atardecer
cuando la luz pelea con la noche
en la falda del cerro
(no tan lejos)
un algo negro
como venido de otro cuadro
agitará sus alas de vampiro
el grupo se quedará en silencio
el de la mula
se irá sin decir ay
y por única vez
el hombre del país
y los turistas
salvarán sus distancias.