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David

   Mucho antes de ser rey, David sufría el mal de los sueños, que a veces es un mal y otras veces es un bien. Soñó que se convertía en el líder de un grupo de personas que tenían las mismas creencias y costumbres. Soñó que peleaba contra un gigante de tres metros de altura, a quien derribaba de un piedrazo. Soñó que el gigante caía muerto. Soñó que él, que era apenas un niño, le cortaba la cabeza y con ese acto, el pueblo de los gigantes se sometía al suyo.
   Tal vez como una forma de compensación a tanta crueldad, una noche, los sueños le mostraron al pequeño David una figura construida en mármol blanco. Aunque el soñador sabía muy bien que no se trataba de un cuerpo animado, tuvo deseos de tocar esa piel brillante y lisa, pulida como la joya más fina. Había en aquel hombre un alma que no era humana ni divina; así de extraños son los sueños.
   Reconoció su propio cuerpo en el cuerpo de esa piedra, pero como sabía que no era él, que no podía ser él, lo llamó con otro nombre: Miguel Ángel.

(publicado en la revista Plesiosaurio N°10, v.2, dic.2017)