seguro que
está allí
en el cielo
donde
galopa el flete de yupanqui
seguro
que ya
enfrentaron sus hocicos
y se
reconocieron de la misma estirpe
seguro
que el rabo
de mi perro
(ya
liberado de cualquier parálisis)
gira sobre
sí mismo
como lo
hacía
cada noche
cuando olía
mi regreso
¡¿qué no
será posible para él
que
consiguió que yo,
ateo sin
remedio,
le imagine
un merecido cielo
como a
nadie?!